El beso de Robert Doisneau es la historia con la que todo el mundo ha soñado, con la que todos los que se han enamorado se han sentido identificados. Representa el amor como todos lo hemos imaginado. Dos besándose en París. Pero al parecer no es real, fue un momento planificado. ¿Realmente importa?

La fotografía El beso del ayuntamiento de Robert Doisneau fue parte de un encargo de la revista Life Magazine. Querían mostrar el París del amor después de la Guerra Mundial, la típica imagen postalera de un ciudad que podría ostentar cualquier título. La agencia Rapho contrató a Robert Doisneau, gran conocedor de la ciudad, con una premisa: el trabajo corría prisa y no podía perderse el tiempo.

No quedó más remedio que contratar a actores o figurantes que pasearan por la ciudad de la luz dándose besos (qué trabajo más duro, señor). Hizo muchas fotos, desde distintos puntos de vista, en sitios distintos, y la famosa que todos conocemos. Al final, en la revista sólo publicaron seis. Y una de las fotografías más icónicas del s.XX aparece en la esquina superior izquierda de la página derecha, en un lugar insignificante. Los editores de entonces fueron incapaces de verla (este es uno de los motivos por el que recomiendo no tirar nunca las fotos, y dejarlas madurar como el buen vino. Un día alguna lucirá por encima de todas las demás).

La historia se quedó ahí, un reportaje que llamó la atención, le dio una fama efímera al fotógrafo y poco más. Pero la figura de Robert Doisneau renació gracias a la revisión de su trabajo en los ochenta. Y en 1986, un editor con un ojo inusual decidió hacer un cartel con ella. La publica en formato apaisado, mutilando el formato 6x6 cm del negativo original. Es un éxito instantáneo.

Y empezaron los problemas. Al principio empezaron a reconocerse los viandantes y estaban orgullosos de formar parte de tan bella estampa, pero pronto muchas parejas creyeron ser los enamorados en París. Y algunos vieron la posibilidad de sacar dinero... Al final una pareja llevó a juicio a Doisneau, ya mayor. Y tuvo que confesar lo inconfesable para un fotógrafo que era reconocido como el cazador de anécdotas, un auténtico fotógrafo callejero: todo fue un montaje. Como dice su hija:

Estos asuntos arruinaron el último año de mi padre. Al final, no le tenía ningún aprecio a la foto.

Pero la imagen no pierde ningún valor. De hecho, en cualquier esquina de París puedes encontrar algo relacionado con ella. La gente sigue admirando este beso como símbolo del amor. ¿Por qué? La escena muestra a una pareja frente al ayuntamiento de París dándose un beso apasionado, mientras la gente pasa alrededor sin darse cuenta, con prisas o totalmente ausentes (como el señor de la boina que resultó ser un abogado de Montreal). Sólo la señora que aparece detrás de los jóvenes delata al fotógrafo con su mirada. La elegante pose de los enamorados parece ajena a todo lo que no sea el amor, están en el centro. Sobre ellos gira toda la composición, toda la ordenación de los elementos. Son los años cincuenta y ellos son la esperanza de la posguerra, del París liberado que empieza a recuperarse.

Es curioso, pero más que los típicos franceses parecen dos jóvenes norteamericanos. Europa se está levantando gracias al plan Marshall, y la fotografía es para una revista de los Estados Unidos...

El mismo Robert Doisneau tenía estas palabras para la foto que le ha permitido pasar a la historia:

Es superficial, comercial, una image pute.

Quizás es una foto preparada, una foto que muestra una idealización más que una realidad, pero lo único que estaba acordado era que tenían que besarse, y sólo estaban contratados ellos dos. El ojo del fotógrafo fue capaz de disparar en el momento que todo pasa: el hombro del primer plano, el señor ausente, la señora que mira, el chico que corre, los coches que avanzan, el señor con sombrero que se va y los dos que se besan en una espiral con París al fondo. Todo en menos de un segundo de eternidad.

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