El fotógrafo digital se ve envuelto en una serie de conceptos totalmente nuevos que tiene que dominar para poder decir “lo que veo es lo que obtengo”. Si se comprende lo anteriormente expuesto, la gestión de color empieza a ser inteligible. Vamos a intentar seguir una secuencia lógica de trabajo teniendo en cuenta el color.

La cámara

La cámara es el origen de todo. En el disparo se decide la calidad, la compresión, el formato, la exposición y el espacio de trabajo con el que has configurado la cámara.

Por defecto, las cámaras vienen configuradas en el espacio de trabajo sRGB, el más reducido de todos, perfecto para ver en pantalla y para enviar por internet, pero precisamente por esto no nos interesa. La gama de colores, como hemos indicado anteriormente, es muy pequeña y se pueden perder muchos matices y transiciones. Por eso se recomienda trabajar con Adobe RGB (1998) cuando disparemos en jpeg, lo malo que esta posibilidad sólo la ofrecen las cámaras compactas de alta gama y las réflex.

Pero no nos queda más remedio que entrar en la polémica. Algunos proponen perfilar la cámara para ampliar su gama de colores. Esto se tiene que hacer en unas condiciones de luz concretas, fotografiando una carta de colores. Esto supone que el perfil creado funcionará perfectamente bajo ese tipo de luz, pero en cuanto se desvíe un mínimo, el perfilado no servirá y habrá que realizar otro. Sólo si trabajas en estudio, bajo unas condiciones específicas tiene sentido, pero mientras tanto no es muy práctico. El fotógrafo digital que dispare en RAW no tendría que tener ningún problema en esta situación, pues el espacio de color lo puede decidir más tarde, a la hora de la edición.

El ordenador

El ordenador también lo tenemos que preparar para activar la gestión de color, y la pantalla hay que calibrarla y perfilarla para evitar problemas de visualización. El fotógrafo puede que esté corrigiendo un rojo apagado en su pantalla, pero en cuanto lo imprima o lo vea en otra pantalla descubre que ha hipersaturado los rojos. Hay que estar totalmente seguro de lo que vemos en la pantalla, pero no podemos fiarnos de nuestra percepción. Somos humanos y podemos no notar algunas dominantes.

Lo primero es saber dónde guarda el ordenador los perfiles ICC, lo que cambia según el sistema operativo:

Windows Xp: C:/Windows/System 32/Spool/Drivers/Color

Windows Vista: /C:/Windows/System32/spool/Color

Windows 7:/C:/Windows/System32/spool/drivers/color

Mac: Macintosh HD/Librería/Colorsync/Profiles

Mac OS 9.x: Systems Folder / ColorSync / Profiles

 Si queremos podemos copiar el perfil en el escritorio y con el botón derecho del ratón seleccionar el archivo y escoger la opción Instalar el perfil.

En Photoshop, los perfiles están en la siguiente carpeta:

PC: C:/Archivos de programa/Archivos comunes/Adobe/Color/Profiles

Mac: Macintosh HD / Librería / Aplicación support / Adobe / Color / Profiles

 Antes hemos hablado de calibrar y perfilar la pantalla, dos procesos distintos que suelen hacerse a la par. Son dos pasos imprescindibles para trabajar con seguridad. Calibrar es ajustar el brillo, el contraste y la temperatura del monitor a través de la botonera del monitor. Perfilar consiste en crear un perfil ICC (International Color Consortium), es decir, ajustar el espacio de trabajo al monitor concreto. Sin estos dos pasos todo carece de sentido. Todos sabemos que tenemos que trabajar con tres colores (RGB), pero desconocemos qué rojo, verde y azul son concretamente. La gestión de color los descubre.

Este proceso se puede realizar mediante software o mediante hardware. Calibrar por software es mejor que no hacer nada, pero desde luego, si se quiere garantías, lo mejor es comprar un colorímetro para crear el mejor perfil posible. En el mercado hay muchos, de todos los precios, pero interesa comprar el que mejor se adapte al precio del monitor. De nada sirve comprar el más caro si tenemos un monitor de 200€.

También hay que acordarse de activar la gestión de color en Photoshop, para que todo adquiera sentido. En Edición>Ajustes de color (mayús+ctrl+K) encontramos la siguiente ventana, donde podéis ver mi configuración:

Quizás lo más importante a la hora de activar la gestión de color es tener en cuenta las opciones de conversión, es decir, pasar de un espacio a otro sin perder calidad y manteniendo los colores de forma homogénea. Hay un libro que dice que las opciones de conversión son “como encajar un cuadrado dentro de un círculo”, pero también hay estudios recientes que demuestran que con espacios de trabajo estándar, el método de conversión siempre va a ser Relativo colorimétrico:

  • Relativo colorimétrico y Absoluto colorimétrico: equivalen a recortar. Los colores que existen en el nuevo espacio se mantienen y los que quedan fuera se adaptan al tono de color más próximo reproducible en el perfil de salida.
  •  Perceptual: equivale a adaptar a escala. Todos los colores cambian para permitir que se mantengan las relaciones existentes entre ellos.
  • Saturación: equivale a comprimir. Los colores que existen se mantienen donde están, y el resto se adaptan pero preservando la saturación.

Los más indicados para la fotografía son el relativo colorimétrico y el perceptual en el caso de que haya muchos colores fuera de gama.

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