Ya hace un tiempo que comenzó, al menos a este lado del ecuador, la que yo considero la mejor época del año para hacer fotografías. La fotografía es un arte muy diverso, en el que las condiciones climatológicas pueden ser parte o incluso el mismo objeto de la fotografía. Pero en la práctica, un día de lluvia es más trabajoso para el fotógrafo que un despejado día de verano.
Me gusta, como seguramente a la mayoría de vosotros, salir de vez en cuando con la cámara a pasear por mi ciudad y poderme sentar a planificar tranquilamente la foto. Se agradece poder moverse por el entorno, estudiar las diferentes perspectivas y tener tiempo de sobra para pulir los detalles antes de disparar. En invierno sin embargo, muchos días dejo la cámara en casa por miedo a que de repente se ponga a llover.
No vivo en un lugar en el que las precipitaciones sean constantes pero con lo loco que está el tiempo últimamente nunca se sabe y francamente no tengo el equipo adecuado para hacer tomas bajo la lluvia. Ni siquiera estoy seguro de que pudiese protegerlo de forma adecuada si mientras estuviera fotografiando se pusiese a llover. Es por ese miedo por el que la cantidad de fotografías que hago durante el invierno es bastante más reducida que las que hago en verano.
La fotografía necesita luz para existir y es precisamente ahora cuando más cantidad y más horas de luz vamos a tener. Por esto os insto, especialmente a los que estáis empezando a que no dejéis pasar los días sin tomaros un rato de vez en cuando para coger la cámara y salir a la calle. Me he encontrado en muchas ocasiones con gente que está empezando y se topa con el típico problema de la escasez de luz, lo que ciertamente te limita tanto creativa como técnicamente.
Ahora es el momento perfecto para probar todo aquello que siempre a querido sin que ningún factor externo te influya. Puedes irte tranquilamente a una localización, pasear agradablemente observando el entorno y pensando en las tomas que quieres hacer, para posteriormente disparar cada una con total tranquilidad. Muchas veces me ha pasado de llegar una tarde de enero a un sitio y tener que hacerlo todo deprisa y corriendo ante la amenaza de lluvia, en casi todos los casos con nefastos resultados.
Por supuesto, y la segunda parte del título del post se refiere a lo que os voy a decir ahora, no todo son ventajas. En primer lugar, el calor también puede ser muy perjudicial tanto para el fotógrafo como para su equipo. Hay que tener cuidado con dejar la cámara expuesta mucho rato al sol. Es preferible mantenerla en la bolsa el mayor tiempo posible pues aunque la temperatura dentro de esta también será alta, no estaremos exponiendo nuestra cámara directamente al sol.
En ocasiones me he descuidado y he llevado la cámara bastante rato colgada al cuello con temperaturas bastante altas y al tocarla después de mucho rato estaba ardiendo. Hoy en días los fabricante se esmera en hacer diseños bastante resistentes tanto a altas como bajas temperaturas, pero nunca es bueno "maltratarlas" de esa manera. Consultad el manual de vuestra cámara para conocer con precisión sus limitaciones y saber hasta que punto podéis exponerlas sin que su integridad peligre.
También es aconsejable que no os descuidéis vosotros. De nada sirve obtener una gran foto si esta nos cuesta una insolación o algo peor. No os ensimisméis demasiado pues el descuido os puede jugar una mala pasada si pasáis demasiado rato sin visitar la sombra. Más de de una vez he llegado a casa con los brazos quemados por haber estado fotografiando a pleno sol sin recordar lo perjudicial que este es para la piel.
Por último, no quería terminar sin advertir una cosa. No caigáis en un tipo de fotografía único. Es muy habitual que con las condiciones de luz del verano nos salgan muchas fotos extremadamente saturadas, lo que puede hacer que de repente nuestro estilo se transforme de manera radical. Como decía al principio, estamos tratando con un arte muy diverso y el consejo es aprovecharse de las excelentes condiciones de iluminación de esta estación, pero siempre sin abusar.
Foto: Laula