Aunque en realidad luego resultó ser un caramelo robado, el año 2006 vio una polémica con una fotógrafa como centro del huracán. La serie fotográfica End Times mostraba a varios niños de corta edad llorando desconsoladamente, sobre un acabado irreal, como de muñeco de plástico, y una iluminación que resultaba en un retrato sobrecogedor. La intención de la autora, Jill Greenberg, era protestar sobre las consecuencias sociales y políticas de la Administración Bush, sin embargo muchos bienpensantes intentaron desviar la atención, acusándola de maltrato a los pequeños, e incluso de tortura. Jill Greenberg se defendió alegando que las tomas duraban escasamente 30 segundos, que el caramelo se lo devolvían inmediatamente, que el niño se iba con su madre para que la consolara, y que incluso una de las niñas era su propia hija.

Al final la cosa no fue a mayores (hubiera sido un despropósito), pero la anécdota hizo un efecto amplificador que difundió aún más si cabe el excelente trabajo de Greenberg. Sus series posteriores con animales (Ursine Catalog, Monkey Portraits y Bear Portraits) siguen el mismo estilo impactante y agresivo tanto en la luz utilizada como en el procesado posterior, creando un trabajo tan irreal a primera vista, que suele ser casi considerado como perteneciente al mundo de la ilustración en lugar de a la fotografía.

Pero en un mundo en el que la fotografía digital ya está totalmente implantada, y donde hay una cantidad de herramientas para fusionar todas las disciplinas, lo extraño sería que este fenómeno no se produjese. Los fotógrafos nos hemos convertido en creadores de imágenes, no estrictamente tienen que ser fotografías. En el caso de End Times, el proyecto era artístico, y tenía una connotación social, política y de protesta. Greenberg, bajo su propia concepción de la fotografía, utilizó sus herrramientas para mostrar, según sus palabras, "la desolación y la ira que siento sobre nuestra situación política y social actual". Los títulos de las imágenes no engañan: "4 años más", "Desinformación", "¿Fe?". Y los niños tampoco. ¿Cómo podemos redondear esa desesperanza, esa desolación? El procesado es uno de nuestros mayores puntos de apoyo, es el contenedor de todo nuestro discurso. Y si hay que hacerlo impactante, irreal, no hay ningún problema en hacerlo, y nuestras fotos ganarán con ello.

Esta serie es el ejemplo perfecto de una visión fotográfica completa, dirigida al punto exacto a donde el fotógrafo quiere llevarnos. Es imposible no sentir lástima o angustia hacia estos pequeños llorando desconsoladamente. Pero si lo miramos desde un punto de vista fotográfico (y como fotógrafos, deberíamos hacerlo), veremos que el proceso creativo detrás de todo esto es un acierto completo, una idea genial tratada de la mejor forma posible, y todo realizado de forma consciente, sin dejar nada al azar o a las circunstancias. Si nosotros, como fotógrafos, queremos expresar y contar historias o pensamientos, deberemos siempre mentalizarnos y considerar que todo lo que hagamos formará parte de nuestra imagen: el paisaje, el encuadre, el sujeto que fotografiemos... pero también cómo hagamos la fotografía, y por último cómo la tratemos, revelemos o retoquemos. Negarse a considerar estos puntos es ponerle puertas al campo.

Tengamos en cuenta este tipo de trabajos para atrevernos a plasmar los nuestros, y no tengamos miedo a pasarnos de la línea que separa la fotografía de cualquier otra forma de expresión gráfica. Pero eso sí, siempre con cabeza, ¡devolvedle rápido el caramelo al niño!

Fotos: Jill Greenberg

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