Todos los colores que la cámara percibe, como ya sabéis, son interpretados por esta en función del color que la cámara tome como blanco. Por defecto, las cámaras ya traen un valor de blanco (y habitualmente también uno de negro) memorizado de fábrica que es el que utilizará para calcular la temperatura de color idónea en el modo balance de blancos automático. Pero este, por supuesto, no es el mejor. El resultado óptimo lo vamos a obtener utilizando el modo manual y nuestra pericia como fotógrafos.

Las bondades RAW han minimizado la necesidad de hacer un balance de blancos pues al ser un formato que contiene la información bruta del sensor, podemos modificar sus valores, como este del de temperatura de color, sin perder calidad. Pero muchas veces queremos plasmar la realidad, representar exactamente lo que estamos viendo y si la fotografía que vamos a editar la hicimos hace mucho tiempo puede que no recordemos con exactitud como eran las condiciones de iluminación de la escena. Para esos casos lo mejor es realizar un correcto balance de blancos. Hay varias formas de hacerlo tanto de forma manual como a través de modos de la cámara. ¿Cómo hay que hacer cada uno y cuál es el mejor? Vamos a ello.

Toda cámara tanto fotográfica como de vídeo tienen los modos automáticos de balance de blancos que podemos ver en la imagen superior. Estos modos son "Automático", "Despejado", "Nublado", "Sombra", "Tungsteno", "Fluorescente", "Flash", y "Personalizado". Al modo automático ya hemos hecho referencia en los párrafos anteriores. En cuanto a los modos despejado, nublado, sombra, tungsteno, fluorescente y flash, no son más que valores memorizados que contienen cada uno un determinado número de grados Kelvin (unidad en la que se mide la temperatura de color). Cada uno de los valores se corresponde aproximadamente con la situación a la que se refiere el nombre del modo. Así por ejemplo una escena iluminada por una lámpara de tungsteno tendrá una temperatura de color de unos 3200º K y ese es el modo que tendríamos que seleccionar en la cámara para esa fotografía en concreto.

Estos modo semiautomáticos dan buenos resultados pero serán mucho mejores si utilizamos el modo personalizado. Para llevarlo a cabo, simplemente tenemos que colocar delante de la cámara un folio blanco(lo ideal es que alguien lo sujete) ligeramente inclinado hacia la fuente de luz. Una vez hecho esto, hacemos zoom sobre él o nos acercamos si nuestro objetivo es fijo hasta que el encuadre entero esté ocupado por el folio. Todo debe ser blanco, no debe quedar ningún borde del folio dentro del encuadre. Una vez hecho esto desenfocamos para disimular las imperfecciones y la rugosidad del folio.

Ahora, dependiendo del modelo de cámara seleccionaremos ese color como nuestro blanco para esa escena de una forma u otra. En unos modelos basta con ir al menú balance de blancos, posicionarse sobre la opción "personalizado" y pulsar OK. Otras cámaras nos harán tomar una fotografía del blanco y después nos dirán que elijamos la fotografía para tomarla como blanco. Otras nos permitirán las dos cosas.

Con esto ya tendréis un buen balance de blancos para la escena y los colores saldrán fielmente representados en la fotografía. Para los modos de vídeo es imprescindible un buen balance de blancos si queremos obtener una imagen correcta. Hay algunas soluciones alternativas como la tapa para balance de blancos que también dan buenos resultados y os pueden sacar de un apuro. También suelen venderse tarjetas blancas acompañadas de la carta gris y la tarjeta negra.

Foto: Phototips

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