Calibrador Spyder3 Express

Si vamos a imprimir asiduamente nuestras fotografías, o queremos asegurarnos de que éstas se van a ver exactamente igual en cualquier medio, ya sea monitor, pantalla o papel, se hace imprescindible el uso de un calibrador, por lo menos, para el monitor. Se trata de un pequeño dispositivo que se coloca frente a la pantalla, y tras unos ajustes y varias lecturas de los colores que dicha pantalla muestra, programa unos ajustes o crea un perfil (según el dispositivo) para asegurar la máxima fidelidad de color. Esto es, la imagen que tienes en la pantalla es un fiel reflejo de lo que obtendrás en papel, o en otro monitor correctamente calibrado.

La gama de calibradores en el mercado es amplia, y va desde los escasos 70€ del Spyder3 Express (el que tengo yo) hasta los casi 400€ de soluciones profesionales de ColorMunki, pasando por las de relación calidad/precio más adecuadas, como las Eye One, las más conocidas entre los usuarios.

El proceso de instalación suele ser sencillo y rápido, y tras unos pequeños pasos, el propio software nos pedirá situar el dispositivo enfrente del monitor. Tras esto, la pantalla empezará a mostrar una serie de gamas de colores, que recoge el calibrador, y evalua cómo se están mostrando en el monitor, dependiendo de los ajustes que tenga, pero también de la luz ambiente en la habitación y de si hay luz solar dirigida hacia la pantalla (¡algo que deberíamos evitar siempre!). Tras esa lectura (de aproximadamente unos dos o tres minutos), el programa te indicará si debes realizar algún ajuste en tu monitor y repetir la operación, o creará un perfil de monitor que aplicará para respetar la fidelidad de los tonos. Claro, rápido y sin complicaciones.

En cualquier caso, y dependiendo de nuestras posibilidades y necesidades, siempre es recomendable calibrar el monitor de vez en cuando. Los más precavidos recomiendan una rutina semanal o casi diaria, mientras que otros se relajan en este aspecto, y defienden que con un calibrado al mes es suficiente. Mi opinión es que el calibrado es un proceso corto y sencillo, y que realizarlo una vez por semana no supone una pérdida de tiempo, sino un añadido a nuestro control de calidad.

Nos gastamos auténticas fortunas en cámaras con flamantes megapíxeles e ISOs, objetivos de calidades profesionales a unos precios desorbitados, y descuidamos algo tan importante como es el resultado final, al procesar nuestras fotos en un monitor que muestra unos colores que seguramente no sean reales, hundiendo todo el trabajo y esfuerzo anterior. Recordad que en el flujo de trabajo fotográfico, el más débil de vuestros pasos será el que marque la calidad final.

Foto: datacolor

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