Hay imágenes que muestran la realidad, otras en cambio están plagadas de sueño. Esto no quiere decir que a cuando las soñamos no pensamos en la vida real, sólo que las imágenes que nos llegan están tamizadas por nuestro inconsciente y en ocasiones terminan mostrando todo de forma mucho más clara.

Las fotografías de Misha Gordin son el sueño que tienen las multitudes. No hay más que ver estas intrigantes imágenes que eluden una y otra vez nuestro análisis. La mayor parte son de rostros ocultos y perfiles repetidos. El individualismo relegado como algo imposible, y cuando alguien sobresale es sólo es para mostrar su rostro a punto de ser consumido o ahogado nuevamente en la multitud. Las figuras sin rostro y repetidas en este espacio incierto tienen algo de pesadillezco.

Misha Gordin creció en una Letonia bajo el régimen soviético y sus imágenes guardan algo del horror del pueblo sin rostro, de los gulags y de las multitudes hambrientas. Gordin describió aquella época como el “lugar donde nadie sonreía”. En 1974 emigró a los Estados Unidos y aprendió fotografía. A los 26 años ganó el segundo premio en un prestigioso premio francés y en pocos años estaba exhibiendo en Francia, Gran Bretaña, Hong Kong, Japón y América.

Cuando por primera vez expuso sus fotografías las imágenes difíciles molestaron a algunos críticos que nunca habían visto nada parecido. Su estilo, fotografía conceptual, es la combinación de una meticulosa técnica, una profunda meditación por detrás y una planificación cuidadosa.

Perseguí muchos artículos suyos buscando la técnica utilizada. El propio autor rehuye de esta pregunta en varias ocasiones: “El proceso inicial es similar a escribir poesía. De allí se vuelve más técnico. Prefiero no describir los aspectos más técnicos del proceso. Creo que este disminuye el poder de la imagen”.

Pero a pesar de que la explicación disminuye el poder de la imagen, creo que es importante conocerla para los amantes de la fotografía, además de darle el valor añadido del reconocimiento del trabajo necesario para conseguir estas imágenes.

Según encuentro en otra entrevista, el autor confiesa que las imágenes son ensambladas en un cuarto oscuro tradicional bajo una ampliadora con una técnica de máscaras que desarrolló con los años. Cada imagen está compuesta de un gran número de negativos. Cada negativo lleva además la información de la exposición correcta y las manipulaciones necesarias. La siguiente etapa es la impresión en seco. Tiene que proyectar meticulosamente cada negativo uno detrás de otro, cambiando los ajustes y ocultando las máscaras con precisión hasta que el último negativo a sido usado. Finalmente revisará la imagen final apuntando los cambios que son necesarios, repitiendo el proceso hasta que la imagen no tenga ningún error.

El autor confiesa que se trata de un proceso agotador pero gratificante que lo deja exhausto tanto física como mentalmente. También añade que aun se siente en forma para continuar con este trabajo por lo que no ha pasado aun a la alternativa de la manipulación digital.

Pero más allá de un proceso que rehuye del retoque digital, las imágenes están llenas de sentidos ocultos, de sueños de multitudes, de cuerpos convertidos en sombras.

Via: Bsimple

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