Con André Kertész me gustaría comenzar una serie de artículos en los que traeros el trabajo de los grandes fotógrafos que han conseguido dejar su nombre escrito en los libros de Historia. Si por algo cabe destacar el archivo fotográfico de André Kertész es por arriesgar y apostar por un estilo propio en el que se imponen unos ángulos novedosos para la época.

Los comienzos de éste fotógrafo húngaro no fueron precisamente fáciles, algo común entre las grandes figuras de los distintos ámbitos de nuestra vida. Si bien hoy es considerado una de las piezas claves en el desarrollo del fotoperiodismo sus comienzos pasaron un poco desapercibidos o eso pensaba André Kertész quién murió plenamente convencido de que su trabajo no recibió el reconocimiento que merecía.

Comenzó fotografiando los paisajes y la gente de Hungría mientras su familia peleaba porque continuase sus estudios en el mundo de la economía. Ni su participación en la I Guerra Mundial consiguió apartarlo de la cámara pues allí además de luchar se dedicó a inmortalizar la vida en las trincheras. De Hungría pasaría a Francia donde se sumergió con fuerza en un movimiento que empezaba a cobrar importancia: el dadaísmo.

Es su etapa francesa una de las más prolíferas de su carrera pues entre sus obras destaca "Distorsiones", una serie de 200 fotografías en las que dos modelos posan frente a espejos cóncavos y convexos. La incertidumbre por la cercana II Guerra Mundial y su afán por consagrarse como un gran fotógrafo lo empujan hasta Estados Unidos, donde acabaría muriendo ya como ciudadano norteamericano de pleno derecho. Os dejo con algunas fotografías de este maestro que influenció el posterior trabajo de otros grandes como Cartier-Bresson.

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